MIGUEL SERRANO EN EUROPA
El cuerpo de la tierra
Yo soy el que
soy. Soy el corazón de la
tierra, Todo el resto es desvarío.
O.V. de L. Milosz
O.V. de L. Milosz
No hemos sido los primeros en observar que su país escatima a Miguel Serrano los honores
merecidos. A un escritor editado por prestigiosas casas de Inglaterra
o de Estados Unidos; publicado incluso en farsi y en japonés. No hace
mucho que otra de sus obras, El Círculo Hermético, ha visto la luz en francés (Georg Ed. Ginebra, 1991). Y es en las
páginas de la revista belga Vouloir
que el ensayista Bruno Dietsch dedica
el siguiente comentario a la obra del escritor chileno. Nemo propheta acceptus est in patria...? (N.d.I.R.)
1. La Araucana
E
|
S por La Araucana
que nuestro camino comienza.
La
Araucana es la epopeya de la conquista de esta tierra que se
llama Chile (Chili-Mapu, país de la Estrella de la Mañana), escrita
por un conquistador-poeta, Alonso
de Ercilla. Se encontraba inédita
en lengua francesa desde hacia más de un siglo. Hela aquí editada por fin, por las ediciones Utz, la vieja traducción de 1869. Pero hay que señalar
que esta edición es parcial:
cosa que no se menciona ni en la
tapa ni en la portada, y sólo fugazmente en el prefacio, no se trata más que de los quince primeros cantos.
Segundo punto negro: este prefacio, precisamente; brillante y hueca disertación
intelecto-parisién bienpensante,
verdadero escupitajo en el rostro de ese hombre de armas y de pluma que fue Ercilla. No obstante, hemos escogido señalaros esta
publicación, poniendo uno junto al otro
los nombres de Ercilla y de Miguel Serrano. Porque Miguel Serrano, además del hecho de ser su mayor comentarista y un inmenso
escritor, tene un punto en común
con Ercilla: en el sentido de que su
obra está indisolublemente ligada a la patria
carnal, de la que Ercilla describe ciertos paisajes y el acto fundador, una guerra
de conquista en la que las dos partes
enfrentadas dieron prueba de un
heroísmo extremo. No se busque en
Ercilla ningún lirismo sentimental; en aquellos tiempos, la hinchazón de la literatura novelesca y sentimental no había tenido aún lugar. La sobriedad es aquí de rigor y no vamos
a recargar con una exégesis ese texto
que todos pueden leer, y que por ende no es necesario describir
e intentar evocar; ejercicio que
realizaremos para otro texto totalmente desconocido en el área francófona y de difícil acceso,
la Trilogía
de la Búsqueda en el Mundo Exterior. Nada más, por tanto, que la
embriaguez del combate y el estruendo
de las armas; una raza guerrera se enfrenta a otra raza
guerrera, y de su sangre
derramada se abreva el cuerpo de la Tierra; como, más tarde, en tiempos
harto más sombríos, se nutrirá de la sangre
de una juventud portadora de una
esperanza de renovación de la raza, asesinada
–en el Seguro Obrero- por un gobierno “democrático” y las instancias
ocultas detrás de éste.
2. La Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior
Nuestro camino nos conduce enseguida al encuentro de la Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior de Miguel
Serrano, totalmente inédita
en francés, pero que –esperamos-
no lo permanecerá siempre. Ni por Mar ni por Tierra, primera parte de la Trilogía, y cuyo título alude a un verso
de Píndaro (“Ni por Mar ni por tierra llegarás ni país de
los Hiperbóreos”) cuenta una
peregrinación sobre el cuerpo de la tierra
que es Chile (Chili-Mapu, “el país de
la Estrella de la Mañana”, como dice Miguel Serrano en El Ultimo Avatara), Esta peregrinación está precedida por un preludio misterioso que
expone las “razones del alma” que han llevado al autor a emprender un viaje a la Antártida en 1947 a
bordo de la fragata Covadonga de la marina chilena y las
“razones de la tierra”. “Historia
de la búsqueda en una generación”, una generación perdida,
la del autor, una generación
predestinada, marcada, sacrificada; destino sacrificial del que la matanza del Seguro Obrero fue como la corona sangrienta.
Pero, sobre la piedra de tu cuerpo desgarrado yo edificaré el Templo del Sol, habría podido decir Miguel Serrano. En fin, la
peregrinación se detiene provisionalmente en los altos helechos de la isla de Chiloé.
El segundo paso de la Trilogia es el relato Quién llama en los Hielos, relato
de un viaje exterior-interior a la Antártida, Relato puesto bajo
el signo de lo no-dicho. De partida lo no-dicho esencial: la última palabra es siempre indecible. Pero
también lo no-dicho debido a la
circunstancia, a la coyuntura. Miguel Serrano no dice a Quién ha ido a buscar a la Antártida, a Quién ha encontrado. Lo ha revelado más
tarde. Pero en la hora, el sol
está velado; como la luz del Paraiso nos llega a través del tamiz de las sombras
del Purgatorio y del Infierno, y más
nos hiere su belleza.
Por fin, La
Serpiente del Paraiso: el itinerario desemboca en la India y también en un lugar sin lugar,
interior-exterior, un topos atopos,
“el Vacio”, “en medio de (…las) cumbres, (allí donde permanece) el (...)Desposado,
que es (...) el Hermano
del Silencio”.
3. La misteriosa expectativa de las potencialidades
La composición extraña de Ni por mar ni por tierra –que hemos detallado más arriba- nos parece ocultar ya en ella misma una enseñanza profunda. Alguna vez, para vencer la desesperación de una generación, hay que sumergirse en el paisaje de la patria, a riesgo de perderse allí. No negar más esta naturaleza tan aplastante, de los Andes y del Gran Sur, en este caso. No más desarrollarse al lado, haciendo como si ella no existiera; no más referirse a modelos de Vida y de pensamiento nacidos con el correr de los siglos bajo otros cielos: porque América del Sur no es Europa. Para disipar la Gran Sombra, dejarse impregnar por ella. Sin lo cual no se puede redimir la faz sombría del paisaje, que se insinúa en las profundidades del alma humana. ¿Ambición desmedida o verdadero realismo mágico? Se lee en el capitulo “La Provincia”, in fine:
“Viejos textos y
levendas afirman que las catástrofes vienen sincronizada, con el alma de los hombres. La tierra se modífica bajo el influjo de la
mente humana en su acontecer profundo. El hombre desconoce el poder que tiene sobre
la naturaleza y sus fenómenos. Si los hombres cambiaran, la
Tierra también lo haría”.
La asunción –en todos los sentidos imaginables del término, incluyendo el hecho de asumir- de la
sombra que frecuenta esos parajes del Sur del Mundo, es el más justo precio de la purificación del alma de los
hombres. El Sur Extremo, el Polo Sur, es el sexo de la tierra, según la
ciencia secreta de la geomorfología. “ “Satán, sexo de la tierra, es la Naturaleza que multiplica y crea
(...). Es la suma de nuesras sombras.
Algo así como el archivo de los pesares y la noche de la Humanidad” (capítulo
“El Maestro me habla del Polo Sur” ). Esta
correspondencia secreta de la sombra de la Naturaleza y de la sombra del hombre hace del viaje un viaje tanto exterior como interior (iniciación en Shambala, iniciación en Agarthi). En una
misma búsqueda: redimir el paisaje
por la
mirada, y por ello, eternizarse uno mismo, conquistar la inmortalidad.
mirada, y por ello, eternizarse uno mismo, conquistar la inmortalidad.
Y el paisaje, parece, no espera otra cosa que esta redención por la mirada.
Como la flor de los hielos reclama el aparato fotográfico para ser revelada (ver Quien llama en los Hielos), una “flor que no existe, pero más real que todas las flores
de los jardines de la tierra” espera nuestra mirada para nacer en el corazón del paisaje. Es la misteriosa expectativa de las potencialidades, son las
envolturas de los posibles que esperan nuestra fe, nuestra mirada interior, nuestro
espíritu creador.
Y la apuesta
es inmensa. Porque la interdependencia no es solamente aquélla entre el hombre y la naturaleza, es también
la de los hombres entre ellos. En Quién llama en los Hielos, el Maestro, aparecido
en astral, declara: “…No olvides, la prueba que se aveciina es dura y si fracasas, dañarás a
muchos; porque la vida de los hombres está misteriosamente unida y la aventura de uno alcanza a todos, Existen hilos invisibles que
entrelazan la humanidad”.
Es la “interdependencia universal”,
como dice Raymond Abellio, la verdadera
“comunión de los santos”.
De esta asunción de la sombra
sacan su forma particular de lo sublime las tres partes de la Trilogía. Es lo sublime según Schopenhauer, lo sublime de Rilke. El horror se mexcla
inextricablemente a la belleza,
la sombra a la luz, y es ésta la
que domina. Como escribía Hermann
Hesse a propósito del genial Hans Carossa: “Estas
imágenes no son siempre bellas ni agradables, pero son siempre verdaderas y
vienen de la profundidad donde el espanto no se distingue ya del arrebato”. Conviene aquí citar
in extenso un pasaje de La Serpiente del Paraíso [que se acaba de reeditar, NdlR.],
en el capitulo “La vieja Delhi”, in fine: “Un día vi venir a un hombre tirando de un pequeño carro de madera, un cajón con
ruedas Adentro traía una cosa pequeña, un cuerpo sin piernas sólo un busto
desnudo, con muñones en lugar de brazos Era una mujer. Sus pechos estaban comidos
por la lepra y también parte de
su rostro. El cabello le caía en crenchas negras. Su color era negro azulado, el color de la
lepra. Pero tenía unos ojos profundos
y, al pasar junto a mí, no me pidió
nada. Sólo me sonrió, de una manera tan tremenda, tan primordialmente femenina, que confieso que llegué a sentir atracción por esa cosa, por esa
mujer-cosa. La esencia de lo femenino estaba aún ahí, intocada, no alcanzada por el mal(...)”.
4. Monismo y dualismo
La necesaria transmutación simultánea del hombre y del paisaje no es concebible fuera de una Weltanschauung dualista; porque si hay una sombra que nos es preciso redimir, es que hay alguna cosa que ha venido a interponerse entre la Luz y nosotros. La noción de dualismo se presta a todas las confusiones; algunos guenonistas (o guenolatras) han querido hacer de ella el sinónimo de cartesianismo. Se trata aquí, seguro, de una cosa muy diferente, que no tiene nada que ver con la lógica bivalente, sino con la gnosis.
Podemos intentar destacar las
huellas de dualismo en las diferentes tradiciones. La Serpiente del Paraíso
nos muestra que la tendencia al monismo
(en sánscrito ekavada o ekalatvada) es extraña a la tradición
mas antigua de la India, la
pre-aría de los Siddhas, todavía viva en el tantrismo, que no apunta a la fusión/disolución del Atman en el Brahman
(samadhi), sino a un estado aún más profundo, en-stático, para
retomar la terminología de Eliade y de Abellio, de asunción, de “eternización” del yo
separado por el juego divino
del Amor mágico: EL y ELLA unidos
y separados para siempre. Toda la obra de Miguel Serrano se refiere a esta
doctrina, que en él se inscribe
en el cuadro de una cosmogonía
igualmente dualista (pero de un dualismo
templado, puesto que el dualismo
absoluto es metafísicamente insostenible), que no se podría desarrollar aquí. Señalemos que este dualismo metafísico y cosmogónico
desemboca en vías que no son precisamente dualistas, ya que se trata de la
redención de la parte sombría del Cosmos y, simultaneamente, del alma humana;
de la reintegración unífica y salvífica, de las nupcias mágicas de EL y de ELLA,
de la recuperación de una totalidad perdida.
Si esta doctrina se evoca aquí en un cuadro hindú, no es propia únicamente de la India, sino que ha conocido resurgencias periódicas
en Occidente hasta una fecha
reciente. Monista –especialmente en lo que
concierne a su cosmogonía- es el judeo-cristianismo,
pero en el área cristiana han podido nacer concepciones
dualistas: las “herejías”
arriana, marcionita, maniquea, cátara, son
dualistas en grado variable. El
cristianismo esotérico,de Kristos es dualista (ver
La Resurrección del Héroe).
Monista es el Islam sunnita,
dualista el Islam shíita,
particulannente el ismaelismo, como las
religiones de la antigua Persia. En el siglo Veinte, Guénones monista; Corbin (y el novelista Henri Bosco)
están impregnados de dualismo.
Miguel Serrano ha dado la expresión tal
vez más acabada de un esoterismo dualista. En La Serpiente del Paraíso va incluso hasta entregarnos una concepción cíclológica marcada de dualismo y expresada en
términos cristianos (capítulo “Cuando el Pez entre en acuario”): a la era del
descenso cristico sucede la de la
asunción del Todo en la Paloma paraclética.
Siempre ese canicter unificante de la gnosis, en tanto que el judeo-cristianismo, esencialmente monista,
es dualista en acto, sea que conduzca al rechazo del mundo, de la vida terrena, sea que desemboque en su asimilación a la vida divina y finalmente, por un monismo invertido, pervertido, en el rechazo de toda
trascendencia (del protestantismo al
modernismo); y la noción de “pecado original”, que hubiese podido permitir preservar un
cierto dualismo metafísico, degenera en
moralismo yen lucha de clases (en
El Cordón Dorado Miguel
Serrano nos entrega el verdadero significado del “pecado original”).
5. Las palabras y el silencio
Seguro, todas estas explicaciones no están hechas sino de palabras. Y como dice el Hermano del Silencio
en La
Serpiente del Paraíso: “Los
hombres hablan y hablan, cuando la
verdad se encuentra en el silencio”.
Pero tal vez las palabras son nuestro último recurso, y la escritura y el sacerdocio (sacrifical) propios a los fines de ciclo (en plural: porque “todo se repite; lo que fue una
vez, será de nuevo”; ver Quién
llama en los Hielos). Una antigua sabiduría
hoy periclitada permitía a algunos elevarse por encima de la vida terrestre
del animal-hombre, alcanzar un estado superior, conquistar la sede bienaventurada de los
Inmortales; hoy (¿ni siquiera ayer?), el hombre no puede recibir más
que una experiencia fugaz de ello, por medio
de esos substitutos que son la guerra, la religión, el amor; en último lugar, el arte. La escritura es
un substituto y un sacrificio: “Toda realización artística se cumplía a
costa de las posibilidades efectivas de una realización personal o divina. Por esto, tal vez, la escritura es contraria a Dios; porque
impide que Dios nazca dentro de uno”, declara
Miguel Serrano al médico en Quién llama en los Hielos. Y, en el capítulo “Ultima esperanza”:
“Si yo cumpliera el pacto con ni alma y arrojara este libro al mar, recogiéndome silencioso y frío dentro del corazón, tal vez recuperara mi esencia y encontrara el Oasis.
Pero no sé qué fuerza, qué
tentación diabólica de sacrificio personal me empujan, qué deseo de proyectarme
en espectáculo. Y también, qué esperanzas de transmitir un mensaje para que otros lo recojan y busquen el camino,
cuando yo no exista ya…” Tal vez estas últimas líneas nos entregan el secreto: el rito sacrifical
de la escritura participa de la realización descendente, de la obra al rojo, rubedo. Lo confirman además
estas líneas de La Serpiente del Paraíso, capítulo “Las bodas”: “Según
el budismo mahayánico, tántrico, este
Vacío (del Nirvana) es compasión; por esto el Bodhisatva Avalokitesvara entra al Nirvana
sólo por un extremo de la cuerda, quedando siempre atado al mundo por el otro”.
Un pálido reflejo de esta
doctrina se encuentra en el puritano Nathaniel Hawthorne, en su novela The Scarlet Letter: la experiencia del pecado es necesaria al cristiano. Y nosotros encontramos de nuevo la idea de que es
necesario asumir la sombra de la
humanidad, la propia como la de los otros, para transmutarla. Siempre vuelven los mismos temas, porque en la obra de
Serrano, que se opone a la concepción
linear judeo-cristiana del tiempo y del
mundo, cada parte se refiere al todo.
En La Serpiente del Paraíso (en el capítulo “En el
valle de los Dioses”), Miguel Serrano
escribe: “Quise ser sólo un hombre y
nada más, comprender primero mi
pequeñez, mis límites, cruzar a través de mi propia sombra, vivir todo lo que
hay en mí”. Hay un eco de esta misma idea en La liturgia católica y su metafísica de la eterna ostensión (de las Llagas de Cristo). Pero en Miguel Serrano se trata del
Cristo de la Atlántida: “Los extremos deberán ser unidos, hay que vivirlo todo, rendirse a todos los cultos...”
Hemos intentado dar una idea de la grandeza de una obra desconocida en el área francófona. Por esto, se
nos perdonará haber abusado de las
citas. Señalemos para concluir que el
desconocimiento de la obra de Serrano, en tanto que un Borges es elevado
hasta las nubes, así como el olvido de
la epopeya de Alonso de Ercilla, nos parece un síntoma agudo del debilitamiento
profundo de las naciones de Europa.
BRUNO DIETSCH
PARIS
PARIS
(De Vouloir
N° 3, enero-febrero 1995) Las citas de la Trilogía
de la Búsqueda en el Mundo Exterior corresponden a la
edición de 1974 (Ed Nascimiento Santiago). Una traducción más literal del verso de Píndaro (Pítica X. 29-30) reza así: ‘Ni navegando en naves ni yendo a pie encontrarías el camino maravilloso hacia los juegos
de los Hiperbóreos”. NdlR.
Publicado
en Ciudad de los Césares N° 39, Mayo/Junio/Julio de 1995.